1.12.08

Las aventuras de Mar dentro de la pizarra magica

Primera parte del regalo de Navidad para mi prima: La historia y las primeras ilustraciones.


LAS AVENTURAS DE MAR DENTRO DE LA PIZARRA MAGICA




Mar tenía muchas cosas en su habitación. Tenía su camita y su ropita, sus juguetes y sus peluches, muchos libros y muchas películas, y también tenía una pizarra blanca con sus rotuladores.

A Mar le encantaba dibujar en su pizarra blanca, y un día, mientras dibujaba una gran redonda con su rotulador negro se dio cuenta de que el medio de la redonda estaba hueco.

¡Su mano atravesaba la pizarra!

Mar no lo dudo demasiado, quería ver que había más allá, así que entró dentro de la redonda. Era un túnel muy largo, así que gateo y gateo, y al final…


Al final del túnel había una luz, y cuanto más se acercaba más grande era. Finalmente salió del túnel y vio lo que había alrededor.

Era un bosque muy espeso, habían arboles muy altos alrededor del agujero negro que conducía a su casa. Y estaba todo nevado, y en los lugares en donde tocaba la luz la nieve brillaba como si fueran diamantes.

Al lado del agujero había una columna muy alta que acababa en punta, llena de dibujitos extraños. Después de mirarla durante unos momentos Mar quiso curiosear un poco y siguió un pequeño camino que llevaba a un rio. Allí había una barquita de papel enorme, y mientras la exploraba se cayó dentro.

¡Y la barquita se comenzó a mover rio abajo!







El rio estaba revuelto, y el agua caía dentro de la barquita de papel, pero milagrosamente esta no se deshacía.

El bosque se hacía cada vez menos espeso, y entonces a lo lejos diviso un puente, un gran puente de piedra, pero la barquita no se detuvo, y Mar vio alejarse el puente.

Lo siguiente que Mar vio fue un prado lleno de flores. Era un campo enorme, que brillaba como si hubieran luciérnagas, pero se extraño porque era invierno y todo lo que había visto estaba nevado menos ese campo, que estaba como si fuese primavera, lleno de hermosas flores de diferentes colores.

Pero la barquita tampoco se detuvo aquí.

Mar vio más arboles, y campos nevados, pequeños puentes, y diviso a lo lejos tres chimeneas.

Era extraño pensar que en un lugar así, tan bonito, había una fábrica, pero el humo que salía de las tres enormes chimeneas era de colores diferentes: la de la izquierda tenía humo azul, mientras que la del medio echaba humo rosa, y la de la derecha amarillo.

Y la barquita siguió adelante.


Finalmente la barquita encallo en una orilla, y Mar bajó a tierra firme. A su alrededor había un pequeño pueblo lleno de casitas de colores.




El agua del rio la había mojado y tenía que cambiarse de ropa porque sino se resfriaría, así que se acerco a una casita rosa y toco a la puerta. Con un poco de suerte quien viviera allí le dejaría algo de ropa para que se pudiera cambiar hasta que la suya estuviera seca.

Un gato negro le abrió la puerta. Mar se sorprendió de ver a un gato de su mismo tamaño, pero sonrió cuando vio que tenía una alita detrás. Era bonito.

- Buenas tardes - le saludo el gato.
- Hola - contesto Mar.
- ¡Pero si estas mojada! ¡Pasa dentro!
Y Mar se encontró entrando dentro de la casita rosa.

Y el gato le hizo quitarse la ropa mientras le daba otra y la arropaba con una manta junto al fuego.

- Me llamo Kiki ¿Cuál es tu nombre pequeña?
- Me llamo Mar - le contesto Mar mientras entraba en calor.

Se estaba tan bien al lado del fuego envuelta con una mantita.
Pero la conversación se interrumpió cuando llamaron a la puerta.

Mar vio un animal alargado que entraba en ese momento.

- Hola - saludo el animalito mientras se escabullía rápidamente junto al fuego - soy Momo.
- Hola, yo soy Mar - y no pudo evitar preguntar - ¿Y que eres?
El animal la miró extrañado - Soy un hurón ¿Acaso no es evidente? Tengo un largo cuerpo, una estilizada cola peluda, dos pequeñitas orejitas redondeadas y un antifaz.
- ¡Oh! Yo soy una niña.
- Eso ya lo veo. Te he visto llegar antes en el barquito de papel ¿Vienes de muy lejos?

Mar pensó en el largo viaje que había hecho por el rio, y en el viaje que había hecho por el túnel que había en la pizarra de su habitación, y pensó en su casa calentita, y en que pronto sería la hora de la cena.

- Sí, quería explorar un poquito, pero me caí en la barquita y fui rio abajo.
- ¡Oh! Exclamaron los dos animalitos.
- Y tengo que regresar a casa para cenar.
- ¿Dónde está tu casa?
- El túnel estaba al lado de una columna enorme que acababa en punta, llena de dibujitos extraños. ¿Sabéis donde esta esa columna? - pero los dos animalitos negaron con la cabeza - Pase un puente muy alto después, y un campo lleno de flores que brillaban - pero los dos animalitos tampoco sabían nada de estos sitios - ¡Oh! Y las tres chimeneas del echaban humo de colores.
- ¡Las tres chimeneas de la fábrica de colores! - grito Momo
- ¡Eso si que sabemos donde esta! - exclamo Kiki - no está muy lejos.
- Te acompañaremos de regreso a tu casa.
- ¿De verdad?
- Si, y será mejor que partamos ya si quieres llegar a la hora de cenar.

Así que los tres se alistaron para salir, Kiki le dio un abrigo a Mar para que no pasara frio y cogieron un poco de comida para el camino por si tenían hambre.




Al salir fuera de la casita rosa se encontraron con muchos animalitos que querían ver a Mar, ya que los más pequeños nunca habían visto una niña. Momo y Kiki se despidieron de sus amigos y un pequeño conejito le dio su gorro a Mar para que no pasara frio.

Y así los tres partieron del pueblo de las casitas de colores con rumbo a la fábrica de colores.




No tardaron demasiado en llegar a la fábrica de colores, era un edificio muy grande de piedra del que salían tres chimeneas.

- ¿Y que fabrican aquí? - pregunto Mar.
- Los duendes fabrican colores - le explico Kiki - ¿quieres verlo?
- ¡Si!




Y así se adentraron en la fábrica. Habían un montón de pequeñas personitas, algunos más pequeños incluso que Mar, que hacían funcionar muchas palancas, situadas en los lugares más diversos, habían en las paredes, pero también en el techo y en el suelo ¡Algunas incluso en medio del aire!

Y habían muchos humos de colores por todos los rincones, Pasaron por en medio del azul, y toda su ropa se volvió de color azul, pasaron por el verde, y todo se volvió verde. Paso por el blanco, y después rápidamente por el rosa, y la ropita nueva de Mar se convirtió de esos dos colores.

¡Que divertido!





Pero los duendes no lo encontraban tan divertido, así que mientras ellos jugaban con los humos, el duende jefe se le acerco dispuesto a regañarlos.

- ¡Esto no es para jugar! ¡Estamos muy ocupados trabajando!

Los tres amigos se disculparon mientras miraban lo ocupados que estaban los duendes.

- ¿Sabes donde una columna que acaba en punta llena de extraños dibujitos? - pregunto Mar.
- ¿Por qué quieres saberlo? - le devolvió la pregunta el duende.
- Los duendes son siempre tan quisquillosos - protesto Momo mientras Kiki se apresuraba a hacerlo callar bajo la mirada enfadada del duende.
- Tengo que regresa a casa, y la entrada del túnel estaba al lado de esa columna.
- No sé de ninguna columna así por aquí cerca.
- ¿Y de un puente de piedra enorme? - pero el duende negó con la cabeza - ¿Y de un campo de flores que brillan?
- ¡Eso si se donde esta! - respondió el duende - ¡Es el campo de las hadas! Tienes que seguir el camino del medio.

Así que salieron de la fábrica, y de los tres caminos que habían allí tomaron el del medio.


El campo se divisaba a lo lejos. La luz que emitía era como un faro en la oscuridad.

- Ese debe ser el campo de las hadas - señalo Kiki mientras los tres se acercaban.
Todo fue bien hasta que entraron en el campo. Entonces la luz se apago y las flores se marchitaron en un segundo.
- ¿Qué ha pasado?

Enseguida salieron del campo, pero este no recupero su aspecto anterior. Las flores seguían marchitas, y se veía como cualquier otro prado.

- ¿Es o no es el campo de las hadas? - pregunto Momo
- Quizás las hadas se han asustado cuando hemos entrado en su campo sin avisar - dijo Kiki.
- ¡Hola! - grito Mar - ¡No queremos haceros daño! ¡Solo quiero preguntaros por el camino a mi casa!
- ¿El camino hacia tu casa? - pregunto una voz aguda. Pero ninguno de los tres vio a nadie.
- Si. Esta cerca de una columna muy alta.
- No sabemos de ninguna columna - dijo otra voz, pero esta vez siguieron sin ver a nadie.
- Tengo que regresar a casa a cenar.
- ¿Habrán pasteles y dulces?
- No lo sé - respondió Mar.

Y entonces el campo volvió a iluminarse mientras las flores se volvían a abrir y salían miles de hadas de ellas. Una pequeña hada se le acerco mientras se posaba en su mano.

- Soy Edelweiss - le dijo el hada mientras le daba una gran sonrisa - ¡Me encantan los pasteles!
- Nosotros tenemos unos pocos - dijo Kiki mientras sacaba la comida que antes había empaquetado por si tenían hambre por el camino.
- ¡Pasteles! - exclamo Edel - ¡Fiesta! - y su voz se unió a la de miles de otras hadas que habían en el prado.




Como los tres amigos estaban cansados de caminar se pusieron a comer con las hadas en medio del campo. Todas ellas eran muy charlatanas y no se callaban nada, pero estaban demasiado ocupadas comiendo, así que con la única que tuvieron una conversación larga fue con Edel.

- Así que has de regresar a tu casa a cenar.
- Si, la puerta del túnel estaba cerca de una columna muy alta llena de extraños dibujos ¿no os suena nada así?
- No - dijo el hada mientras se le apagaba un poco el brillo, se notaba que estaba triste.
- Lo siguiente que recuerdo es un puente muy grande de piedra.
- ¡Pero eso si que sabemos donde esta! - y un murmullo de alegría se extendió por todas las hadas - Muchos viajeros pasan por aquí en esa dirección. ¡Tenéis que ir hacia allí! - les señalo el hada una dirección con la mano.
- ¡Que bien! - exclamo Mar - ¡cada vez estoy más cerca de mi casa!
- Yo puedo acompañaros, así no os perderéis - sonrió Edel - además, con un poco de polvo de hadas no tendréis que ir caminando.

Así que Sissi espolvoreo un poco de polvo de hadas y todos ellos se pusieron en camino hacia el puente de piedra.





A Mar le encanto volar, era algo que nunca había hecho y era divertidísimo, se podían hacer piruetas, danzar en el aire, bajar en picado y subir rápidamente. Hicieron carreras entre ellos cuatro, y siempre gano Edel, quizás porque era la más ligera y la que estaba acostumbrada a volar desde que nació.

Tardaron un ratito en llegar al puente, pero como se habían estado divirtiendo el paseo por el cielo se les hizo corto. Tuvieron que aterrizar a un lado del camino para que ninguno de los viajeros los viera, las hadas no querían que se descubriera su secreto.

Cuando alcanzaron el puente trataron de hablar con algunas de las personas que lo cruzaban, pero ninguno de ellos les prestaba ninguna atención. Sólo andaban rápidamente con la vista fija al frente.

- Disculpe…
- ¿Podría ayudarnos?
- Hola…
Ni siquiera se paraban a hablar con ellos. Todos parecían tener mucha prisa.
- Que maleducados - se quejo Edel cómodamente sentada en el hombro de Mar.
- Espere un momento… - y Momo se fue siguiendo a un hombre mientras trataba de hablar con él.
- Nadie nos hace caso - se quejo Mar - y ya está oscureciendo, pronto será la hora de cenar.


La luna ya había salido, aunque el sol todavía permanecía en el cielo, aunque no por mucho tiempo, estaba a punto de anochecer. Los viajeros habían disminuido, pero todavía preguntaban a los pocos que pasaban, pero era como si estos no los vieran.
Así que todos se llevaron una sorpresa cuando una máscara flotante les prestó atención.

- ¿Qué quieren?
- Necesito llegar a mi casa a cenar, y el túnel está al lado de una columna puntiaguda muy alta llena de extraños dibujos.
- No es una columna, es un obelisco. Dicen que es mágico, que puede trasportarte a lugares extraños, pero nadie lo sabe con seguridad.
- ¿Y cómo puedo llegar allí? - pregunto Mar.
- Siguiendo ese pequeño camino que va por el bosque.

Y Mar se puso en camino con Kiki, Momo y Edel.




No tardaron demasiado en llegar al obelisco, y allí estaba también el agujero redondo que había conducido a Mar a ese lugar.

- Por este agujero llegare a casa.
- Entonces aquí nos despedimos - dijo Kiki, pero se notaba que estaba triste.
- ¿Te tienes que ir? - pregunto Edel mientras se abrazaba a su dedo.
- Sí, tengo que irme a casa.
- ¿Pero volverás, verdad? - pregunto Momo.
- ¡Claro que sí! En cuanto pueda volveré a través de la pizarra.

Y fue así como Mar volvió a entrar en el túnel, y gateo, y gateo hasta que vio una luz en el fondo.

¡Volvía a estar en casa!

En su habitación con su camita y su ropita, sus juguetes y sus peluches, sus libros y sus películas, y con su pizarra mágica que llevaba a otro mundo.
Además, llego a tiempo para una deliciosa cena.

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